Es característico de nuestra tradición cultural judeocristiana el reduccionismo de la sexualidad al exclusivo fin natural: la procreación. No se puede obviar que la posición oficial de la Iglesia, —que no la de todos los católicos— es sexofóbica y hostil frente a la dimensión lúdica y placentera de la sexualidad. Y no digamos los planteamientos de otras confesiones, como el Islam, donde son encarcelados, maltratados y condenados a muerte. Se olvidan de que no sólo nos reproducimos, que el deseo, la atracción, las caricias, toda la sexualidad, en suma, cimientan los lazos humanos.
miércoles, noviembre 29, 2006
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